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El Cine y la Tercera Dimensión

 

 

Podemos decir – sin afán de entrar en mucha polémica – que el universo
es un lugar tridimensional, todos los objetos y seres vivos que lo habitamos
tenemos ancho, largo, y alto. Y así percibe nuestro cerebro todo lo que está alrededor
suyo.   

Erróneamente creemos que el órgano encargado de la visión es el ojo, no
es que nuestra retina reciba la imagen de una foto y ya la estemos viendo.  Todo
el proceso de realmente “ver” ocurre dentro del cerebro.  Pensémoslo así,  si sacamos
una foto con una cámara digital, el lente solamente recibe la luz de los objetos,
pero el software y hardware dentro de la cámara permiten que dicha foto sea
procesada y almacenada como una imagen. Siguiendo esa analogía nuestros ojos
solo reciben información, pero el encargado de darle sentido a todo ese montón de
datos es nuestro cerebro.

Lo anterior es vital para comprender como podemos percibir algo en tres dimensiones;
cada ojo recibe una imagen del mundo desde SU perspectiva, es decir
al cerebro llegan dos imágenes del mismo objeto (u objetos), casi idénticas pero
con diferencias sutiles en ángulo x y distancia (los ojos están separados aproximadamente 7 centímetros uno del otro); ahora bien el cerebro utiliza esas “discrepancias” entre ambas imágenes para calcular la profundidad.

Tratar de imitar el proceso descrito anteriormente no es invención de James Cameron,
es casi tan viejo como las películas mismas. Inmediatamente después del nacimiento de cine  (1895) se pensó en una manera de hacerlo mas real dotándolo de una tercera dimensión (3D). Conociendo el funcionamiento del cerebro, los antiguos técnicos cineastas sabían que era necesario crear una solución que permitiera proyectar esas dos imágenes de manera simultánea pero separadas individualmente para cada ojo, y dejar que el cerebro hiciera el resto.

Después de varios intentos fallidos a fines del siglo XIX e inicios del XX, no fue sino
hasta 1927 cuando se proyecto la primer cinta en 3D llamada “The Power of Love
en las salas de Los Ángeles. Para lograr el efecto tridimensional se utilizó una doble
proyección separando las imágenes basándose en los colores rojo y verde, y donde cada color era “leído” por cada ojo gracias unas gafas especiales – con cristales rojo y verde -. La película fue un completo fracaso pero marco el inicio del verdadero interés por cine en 3D. Obviamente solo se podían proyectar películas en blanco y negro, pero con la llegada de los filtros polarizados de Polaroid (que bloquean el paso de la luz)  fue posible reemplazar los lentes rojo y verde (o azul) y gracias a estos filtros en 1937 se proyecto en Alemania la primera película 3D en color.               

A inicios de los 50’s se detuvo drásticamente  la evolución de este sistema, principalmente por la excesiva complejidad del mismo pues se necesitabados tiras de película, y un pequeño error en la sincronización arruinaba la experiencia. En 1970 se desarrolló otro sistema que permitía comprimir las dos imágenes en una misma tira de 35mm, Stereovision  (la compañía que desarrolló el sistema) realizó otras 36 películas aunque eran en su mayoría pornográficas, de terror o una rara mezcla entre ambas.

A fines de los 80’s el formato  IMAX  representó un nuevo despegue del cine en 3D, aunque principalmente en ferias y parques temáticos, o bien películas de divulgación.

En 2003  Ghost of the Abyss de James Cameron fue el primer largometraje
en formato IMAX-3D, pero es por causa de Polar Express – película que
recaudo 14 veces más en 3D que en 2D – que ha comenzado este furor reciente
por las películas tridimiensionales.

Siendo honestos, aún a pesar del éxito de Avatar, Alice, How to train your dragon, y muchas otras películas, nos damos cuenta que aún le falta mucho a esta tecnología. Por el momento la mejor experiencia la puedes obtener en una sala IMAX,
donde honestamente -  y si la película es de calidad – puedes salir impresionado.  Por lo tanto, si no es en IMAX, mantente alejado de los estrenos en 3D, a menos que te gusten los dolores de cabeza, las nauseas y tengas ganas de no entenderle nada a la película.

 
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